
Viernes 01 de Julio de 2005. Teatro Broadway. Buenos Aires.
La noche comenzó a llenarse de buenos presagios apenas la avenida Corrientes se presentó histórica e iluminada. Conocer gente nueva, compartir con amigos una cerveza negra, encontrar paralelismos, coincidencias, saber, aprender, compartir. Todo eso es un buen comienzo. Ya era sábado cuando el teatro abrió sus puertas y ahí entraba Cerati también. Atrás, afuera, comenzaba a llover. Presagios, augurios, buena energía.
Las butacas se llenaron pronto, y la espera se transformó sin permiso en ansiedad. La entrada y el programa se parecían mucho, no servían ni para recuerdo ni para lectura. El escenario vacío los esperaba, el sonido ajustaba los detalles.
Con el Broadway a pleno, la luces se apagaron y empezaron a escucharse los versos en off de Dudosa Estrella. Los cuatro delfines se dispusieron como acostumbran y acomodaron sus huesos con un plan establecido: atacar. Mientras tanto “las noches son largas y prolijas/extraño tu cuerpo/tan sólo me siento/ como el día anterior”. Dale Salida sonó potente y descontrolada. Estar sentado en una butaca y tener a un gordo pidiéndome me siente no resultaba compatible con lo que del otro lado de las luces me proponía una banda que hacía más de un año de no veía. Busco al que tuvo la oportunidad. Quería gozarlo de otra manera. Never do nozin. Termina la noche. Me sobrepuse, tan bella es la noche me dije. Los delfines ocupaban un escenario raro. Coleman al centro usaba un traje que cambiaría luego. Lentino a la derecha parecía incómodo dentro de un saco con destellos dorados. Soto a la izquierda se movía de negro y ágil. Braulio, atrás, quedaba enmarcado en unos paneles angulosos colgados del techo que le daban a la banda una sensación retro. El fondo del escenario se completaba con una tela negra que por momentos tenía un efecto de cielo estrellado muy sesenta -medio grasa también?-. Y la disposición de unas luces blancas que cruzaban el escenario desde atrás resaltaba esa sensación de estar viendo a una banda tocar por televisión en épocas de Stones y Beatles. El humo salía como una bocanada desde un primer piso y realmente no quedaba bien. Pero bueno, los detalles no son de lo mejor. Quizás habría que ponerse las pilas y contratar gente nueva que para solucionara cierto deslices: la entrada, la gacetilla, el escenario, y siguen las firmas.
Tu Orden continuó, como obedeciendo cronológicamente a la historia, con una precisión y una dinámica renovada. No hubo lugar para silencios. (En cada lugar caerás, alguien estalla). Pensar que la canción dice: mentirá, nadie volverá, y Coleman y cía, contradictorios natos, de alguna manera, estaban volviendo. Y para demostrarlo, todos esos temas de un disco de más de 10 años sonaban frescos y actuales. (Tu compañía es tan fantástica). Travesía subió a escena y reptó por los parlantes y le sumó nostalgia a los más viejos y le sumó energía a los más nuevos (Porque hay algo mágico entiendo porqué te quedas), o habrá sido exactamente al revés. No es fácil caminar encima de la partes del alma que tanto se mueven.
Llegó el primer respiro. Del fondo, casi desde la avenida Corrientes misma, alguien gritaba, Angela, Richard. Angela, Richard, vos sabés porqué te lo pido. Para mí, Richard. Y Angela sonó como una respuesta que nadie esperaba. (Tan piedad de lo que amamos/ es verdad y es extraño). Y fue extraño. Y soberbio. El foco no se corrió del Desierto y se quedó con Secreto y Equilibrio. Secreto es un número puesto siempre, y está bien. En cambio, Equilibrio fue sorpresa para mi, y además sonó con ese interesante color actual con el que la banda viene disfrazando los viejos temas.
Decir que Florextrema fue contundente es quizás (Esta vez no me iré/ Todo lo que fuiste lo previste/ lo viviste/ lo viste) quedarse corto. Y qué. Así fue, así sonó. Las guitarras se enredaban cómodas sobre un sólido entretejido rítmico que el bajo y la batería construían a su antojo. Los tendones ya estaban sueltos, los nervios se retorcían vencidos sobre el piso del escenario. Sin embargo, a mi entender, las luces no aprovecharon todos las posibilidades que un teatro brinda. En cambio, el sonido se tomaba revancha de varias noches inaudibles.
"Al fin solos", dijo mirando de reojo como el telón cerrándose le rozaba la espalda. Coleman quedó cara a cara con las butacas y sólo. Si cabía ir más atrás, más atrás era imposible ir: A veces llamo. Una versión con guitarra y voz, y el resto del mundo soberbia. Golpeó como sólo pocos saben golpear. Minutos después C& iba cambiar su traje, pero no iba a sacarse ese de frontman que le quedaba pintado. Desde el fondo de la sala Cerati miraba complacido. (Para quien necesite sentirse necesitado/para no perder un aliado/cuando no puedo quedarme sólo/gritando en silencio). Me pregunté para quién estaría escrito ese tema, quise conocer a esa persona tanto como quise conocerme a mi mismo. La ráfaga de acoples controlados y delays de la verde guitarra se llevó las luces, varios fantasmas que quedaron flotando en el silencio y el telón que volvió a abrirse mientras él se perdía por un costado.
Braulio, Soto y Germán ya estaban ahí. Y tocando como en un precalentamiento despreocupado, muy de sala de ensayo. Richard volvió con un traje blanco y volvió a hablar de contrastes, de la noche, del dark y de todo lo que dicen de él, sin abrir la boca. Y sonó Allá -esa soberbia historia de Bares- para cerrar con el disco Dark, muy lógicamente. (Ya no sé si responderte a cada necesidad). Y estaba respondiendo.
Aventura, siguió y apuntó al final. Acá llegarían los loops, la asistencia sonora desde la PC disparada por Braulio -estaba previsto que Tweety lo hiciera?-, la etapa más errática del recital. En Una y mil veces, Richard cantó la letra de punta a punta -con razón llueve, se escuchó!-. Maestro! Pero poco se disimularon ciertos desacoples de tempo y alguna entrada en falso. Garden, fue la banda de sonido de una soberbia película de terror de esas que ya no hay. Sonó siniestra y carnal. Y oscura para quien lo quiera. También lo fue esa queja (me vendieron como un mueble siendo el amo) sin excusas que es Vendado y Frío. (Lo siento no hay maldición). La noche entraba en su etapa visceral que ninguna banda argenta puede disputarle a L7D. Y ahora las guitarras tenían que trepar una pared afinada en Re que Lentino y el platinado Braulio habían arrojado al escenario. Pero Soto - potente y ajustado - y C& - vistoso y sutil - se las arreglaban haciendo sonar las vibras sin dejar de lado delicadezas varias.
Storni, hizo que las almas atentas levantaran vuelo. Una invitación, una puerta y una frase que me descubre. (Solo animarse y uno empieza a estar mejor).
Suelo, brillante. La voz de Coleman, en cada entonación, en cada frase, se afirmaba y crecía. Mágica (es así sólo nuestra vida), construyó un salón de espejos que los rebotes de un Soto y su guitarra afilada, iban destruyendo uno a uno y volviendo a construir. Pudo haber habido alguna trompeta invitada, si me piden la perfección. Pero no era una noche para condimentos extras. Fueron necesarios? Los habrá alguna vez?
Enseguida la leyenda se hizo presente. Heroes y Bowie, y el viejo y el nuevo Coleman. Si todo se trastoca en los sentimientos, bueno, entonces, no había nada más que decir, ni en ese momento, ni ahora ya en frío. Otro cover luego -aunque Heroes ya no lo sea-. Love will tear us apart, un homenaje a 25 años de la muerte del icono Ian Curtis.
Segundo round, sin dejar Aventura, dejó sensaciones de risas falsas, de relaciones tortuosas ( en tu entrepierna, segundo round). Las palabras enlazadas a rabiosas distorsiones, a golpes precisos de un bombo como el latir del corazón.
Tuyo. Si alguien ofreció el cuerpo, algo fuerte lo habrá apabullado. La carne está para ese tipo de cosas, las sensaciones y las emociones contundentes. Y también mágicas. Ella, (es la regla), siempre -históricamente- incansable. Y Placebo, cerró con la fuerza (ahora siento, vivo y hago) necesaria y acostumbrada.
Ni una vez más, terminó con la noche, con las luces del teatro encendidas, con las puertas ya abiertas, con la calle Corrientes de espaldas y con el ruido de la gran lluvia colándose entre todos nosotros, los mortales.
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