Nuestro paso no es un movimiento inadvertido. Nos miran, la gente nos mira pasar y yo sentado, contento como un chico los saludo, varios responden, muchos, me muestran dos dedos -ya no uno-, dos dedos como la V de la victoria. Y es que en realidad es una gran victoria: son las nueve, hora pico, viajo hacia el centro y voy sentado sin haber tenido que matar a nadie, solo subí y me senté, eligiendo el lugar, ventanilla y mirando hacia donde el tren avanza. Una sutileza.
Se ve lindo desde acá arriba y no puedo dejar de sonreir -no soy el único-. No prendieron aún el aire acondicionado y tampoco la música funcional, pero nada empaña la perfección. Es un día histórico, mi primer día en el DOBLE PISO del Ferrocarril Sarmiento.
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