
Viajo del lado de la ventanilla. Tengo a mi lado el ala derecha del avión. Son las 6 y media de la tarde y el sol nos persigue implacable desde que despegamos.
En la alfombra que se despliega abajo, en el suelo, los campos sembrados juegan a ser formas geometricas reconocibles que encajan perfectamente entre sí -aún los círculos y semicirculos- con una sencillez silenciosa y perfecta. Estoy tratando de recolectar sensaciones. Uno no viaja en avión todo el tiempo. Es raro el momento. Tenso y relajado a la vez, si se puede. Levanto la vista y me doy cuenta que no hay horizonte. Solo un degradé de de brumas escalonadas apoyadas una sobre la otra, marcadamente diferentes.
El cielo está como nunca lo ví.
La primera bruma, la más cercana al suelo, es de una tonalidad grisacea, un velo semitrasparente. Casi un filtro entre la tierra y el espacio. Encima se le apoya una bruma blanca, delgada y maciza. Es la que más tangible parece. Casi un vidrio opaco, como esos que se ven en los baños modernos. Enseguida se le suma otra bruma distinta. Esta es celeste o turquesa y es más amplia, y también más adaptada al cielo. Más amiga. Lo que sigue ya no es bruma, es cielo. El cielo límpido, impecable y profundamente interminable.
Miro atrás sabiendo que el sol me reservó una sorpresa. Desparamó por el campo hermosos hilos dorados, miles de amarillas monedas brillantes y millones de perlas incandescentes. Las aprovecho, las adsorvo con los ojos porque sé que en segundos el cenit y las nubes blancas -son como montañas suspendidas en el aire- comenzaran a ocultarlas.
El sol acaba de retirarse de mi ventana. Ahora empuja la espalda del avión mientras éste gira sobre sus alas como un chico lo haría en el recreo. Pero lento, muy lento. El mundo ahora tiene un papel de calcar por encima -papel manteca le deciamos en la escuela- y las nubes lograron reproducirse en el sur. Parece un lugar encantado, pura llanura blanca y esponjosa, y al fondo un gran castillo hecho de formas magnificas.
El descenso que avisa la azafata viene acompañado de algunos sacudones y de formas que ahora se manifiestan puentes, autopistas, rios y hasta caminos diminutos perdiendose entre arboledas, y también del ala que me mira desde afuera. Pienso en el viento que debe soportar y me da vertigo. Hay umo que sale de una fabrica, hay curiosas formas que tengo que avidinar: será un zológico, una pista de moto cross. todo es fabulosamente irreal, como la vida algunos dias, incluso la cancha y la ruta. Incluso los edificios que parecen maquetas perfectas fruto del mejor alumno de Arquitectura. Veo la cuidad donde estudió, la fantastica Ciudad Univesitaria, la no menos fantastica cancha de River, Paque Norte, piletas, canchas de tenis, la reserva ecológica, el puerto con sus containers de juguete, con sus bacos infantiles. El magestuoso rio color de león, el Rio de la Plata. Veo... Te dejo. Esto va a terrizar.
1 comentario:
Que rara pero necesaria la sensacion de viajar solo por laburo. Olvidarse de todo y recordar solo lo que uno tiene ganas. No tener los problemas cotidianos presentes...
Que mes de mierda, mes de balances de la vida y de los proyectos.
Este fin de semana me fui al carajo con los pensamientos, pero siempre me alegra que vos escribas alguno que me identifique... porque vos escribis mucho mejor.
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