Se de lo que hablás. Hoy amaneció sin aire, lo habrás notado. La lluvia caía al reves, el frío empezaba a meterse con decisión y con saña en el verano que mañana termina. Porque por más que todos digan que -el día del equinoccio boreal, el día en que Quetzacoatl baja de la pirámide, el día de los Idus- el 21 de marzo termina el verano, yo sé, mi cuerpo sabe, que cuando acabe febrero, el verano habrá terminado, la ilusión se habrá desvanecido. Es así el hechizo, es cruel la espera del otoño y su hábito grisáceo de desmembrar. Cada arbol entenderá lo que digo, la resistencia es efímera y la felicidad sigue ese camino, dócil y con la cabeza gacha.
Volverse loco, qué resistencia oponer. Te das cuenta ahora de lo que hablo, de lo que te contaba. El día ese golpeaba la puerta y vos no me creiste. Yo te advertí. Nunca había vertido tantas sonrisas en una ocasión. Soy depresivo, soy una persona compuesta de una gran parte de tristeza. Te construí un espejismo es cierto. Tenes derecho a decir por ello que te mentí. Sí te mentí. Te construí un espejismo, soy especialista en ello. Hermosos espejismos que hasta pueden habitarse. O no me viste vivir en ellos. Pero el espejismo se rompió. Así pasa con ellos. Es como caminar en el desierto y ver a lo lejos un oasis seis estrellas all inclusive. A lo lejos no es lo mismo que de cerca, y uno con el tiempo se va acercando; uno siempre se acerca a las cosas que le interesan. Y de golpe todo es distinto. El oasis se fué, se esfumó, es hoy arena. El frío lo evaporó, bancate esa paradoja porque la vida está repleta de esas me dijo el perro sarnoso que nos siguió, al que le gustó el helado que tomabas, recordas?
Sé de lo que hablas, la vida está repleta de esas cosas que suelen dejarte vacío. Paradojas? A carcajadas se te ríe. Y cuantas más palabras conoces menos tenes para decir. Es un febrero vacío en ese sentido. Las palabras me esquivan, las veo paradas en la esquina (o serán un oasis) y esconderse trás los arboles cuando paso. No puedo expresarme sin ellas, las habrás visto, las conocerás a casi todas. Sin embargo, lo viste: no las supe acomodar y pronunciarlas frente a vos. No se, dije. No sé. Eso: No sé. Que vulgar. Uno obtiene lo que se merece, no te parece? Hoy amaneció sin aire: eso es sencillo. Nadie se muere por decirlo. Pero lo otro, lo trascendente, cómo se dice. Cómo se dice. No sé, se dice? No, seguro que no. Se ríen las palabras a mi espalda. Lloramos. Lloramos sin que ninguno de los dos lo vea al otro hacerlo. Y está mejor así, creo. Me niego a decir otra vez que no sé.
Sé de lo que hablás y se que te acerqué demasiado a mi infierno. Eso no es pecado, de eso no me arrepiento. El pecado es no tener una razón por haberlo hecho, un plan, una idea. Tengo la alacena llena de provisiones, un cuaderno repleto de listas para que cumplamos, ideas para llevar a cabo, lugares para visitar, descabelladas y sensuales alternativas. Planes casuales, fantasticas apariencias -un brillante truco de-. Y recién vengo del quiosco. Compré fósforos. Tantas boludeces decía mi abuela y sin embargo tenía razón en lo del fuego. Los viejos saben.
27.2.07
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