pelota

Escucho a Calamaro. Cuando dice Son las 9 yo pensé que eran las 3, pienso en el tiempo. Siempre esos temas me ponen a pensar en cosas que mas que pensamientos son sensaciones. Está tan nublado que en el aire flota algo parecido al humo. El silencio se corresponde con el clima que Andres hubiera querido para su canción. No me siento bien, pero estoy tan acostumbrado a eso que ya no se si es algo que me afecta o solo la falta de alguna vitamina. No voy a escucharme. Cambio a Andres y pongo 30 Seconds to Mars. De alguna manera extraña las guitarras distorsionadas se relacionan con el animo. Trato de convencerme, de acallarme. La tarde conspira, no ayuda. Por qué siempre pido ayuda externa, me pregunto. Entonces agarro la pelota y empiezo a darle fuerte contra la pared del fondo. Me cuelgo con el eco de los rebotes, siento que le pego bien y eso me llena de un estúpido orgullo. Tengo recuerdos relacionados que se agolpan: me veo atajando en la playa, atajo bien, me siento fuerte, nadie puede vencerme, doblegar mi valla, es vívo el recuerdo, siento hasta el gusto de mi propia traspiración mezclarse con la arena mojada, siento el cansancio hermoso y siento mis manos estirarse y en un vuelo elástico y estético sacar una pelota que tenía destino de gol, allá abajo a la derecha cerca del palo de remera. Mi viejo aprueba con una sonrisa orgullosa. El mar es un estruendo que en la tarde silenciosa demuestra su energía de olas y movimiento. Amo estar a solas con él. Entonces pienso en lo que me queda y en la canción (Me quedan pocas cosas, si las enumero sabras que son demasiado pocas cosas) y hasta me creo que estoy mejor.