27.5.09

Suma pelotudez



Y hablando de grandes pelotudeces...Vos estabas conmigo esa noche? Vos podes creer que no me acuerdo con quien iba, éramos unos cuantos, siete, ocho. Pero por lo que decís no eras uno de nosotros. No me acuerdo y no encuentro a nadie. Será posible que lo haya inventado. No creo. Uno no inventa pelotudeces. La pelotudeces se hacen, no pueden evitarse. Nos esperan para que en algún momento de nuestras pelotudas vidas las hagamos. Le demos su titulo rotundo: pelotudez.
Noche de diciembre. Calor lógico en Buenos Aires. Avenida Libertador. La Avenida del Libertador tiene un toque mágico para los que venimos del primer anillo del GBA. Y más cuando sos chico. Adolescente, quiero aclarar. No todos lo entienden. Uno se siente distinto caminando por ahí ¿Será lo ancha que es? ¿Será la iluminación? ¿Será por oscuridad amenazante de la Esma? ¿Será que uno va para esos lados solo para ver bandas o para gritar por River? O será que uno se deslumbra por cada porquería?
Lo cierto es que íbamos como van los adolescentes. Quizás borrachos, quizás excitados, quizás con ganas de hacer quibombo, quizás haciéndonos notar. Y llegamos a Obras. Poca plata en los bolsillos, muchas minas dando vueltas, pocas cosas en la cabeza. Y acá es donde entra en juego la boludez. Pensar que años mas tarde ese sería un nombre fundamental dentro del rock argentino y el tipo que lo cranearía se encontraba adentro, en camarines, afinando su guitarra.
Era muy fuerte la sensación, ese olor a evento importante, a espíritu adolescente. En la puerta los patovicas miraban mal, las botellas a medio tomar se apilaban en los rincones oscuros. Y la cola llegaba hasta por ahí nomás. En fin, Rock. Había que entrar porque esa noche iba a ser histórica. El pelado estaba afiladísimo. El tipo de la tele entraba con su saxo recién lustrado, el batero era un superhéroe y se comentaba que el bajo lo tocaba un halcón de seis dedos. La niugueiv se entrenaba en la Argentina de la mano de un italiano que llegaba exiliado de Londres escapando de un comando de cucharas calientes.
Y ya se imaginan lo que hizo este pelotudo que les habla.
No entró.
Se fue.

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