17.5.04
frío
Que frío hacía afuera del acolchado, que difícil fué salir a afrontar el día. La ducha estaba caliente por suerte, tan caliente que el vapor cubrió el baño en cinco segundos, los conté. Amo esos tipo de Londres. Me voy a quedar ahí abajo hasta que se me caiga la piel, me dije, pero el agua no me quemó. El frío estaba abajo de los músculos, huyendo como el fuego le escapa al agua. Cada centímetro de piel que no se cubría de agua era como piel ajena, y peor cuando a los veinte minutos el agua comenzó a enfriarse. Los termotanques son así. Como cumpliendo los principios de la felicidad -si es que existen verdades en la felicidad-, el placer le dió paso al apuro, y del apuro a la toalla seca, y a la ropa colgada, y a la puerta que hay que abrir, al calor yéndose. Lunes, afuera del acolchado.
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