22.6.04

Chocolate

Veo la tarde convertirse en tristeza con esas nubes indescisas, con ese frio de color gris. Así camino también, a veces preguntándome qué les hice a mis amigos, a veces reprochándome por lo que les hice. Camino solo. Si las lagrimas golpearan antes de salir todos se darían vuelta a mirarme, pero no hay nadie ahora, del otro lado de la Dársena sí, pero están a cincuenta metros. Hasta los Restoranes tienen las puertas cerradas. Quizás todo esté cerrado después de un feriado largo. El viento se empeña en tironearme de esta docena de mantas polvorosas que llevo encima con el objeto, no sé, de despejarme? de ayudarme? de qué? Decí que algunas cosas ayudan. Hay dos tipos mirando una de esas grúas de 35 metros que hay en el puerto, usan overol, tienen que correrla por lo visto, pero hay algo que lo impide, ambos miran para arriba y uno le dice al otro, vení, dame una mano, levantamela un poco que yo le saco la traba... Esa gracia de tipo del interior es irresistible, me rio, una vieja que pasa me mira. Me río más. Reírme más, eso quiero. Voy a parar en el kiosko a comprar un chocolate.

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