23.7.04

desayuno

Me sentía mal hoy. Ya al levantarme. Te das cuenta enseguida, al pisar el piso firme, duro, que las fuerzas, la magnitud de la fuerza no se corresponde con la esperada. Es como si de golpe el piso ejerciera un derecho: tenes que tener un nivel de energía para pisarme y vos no lo tenes. Entonces, el mareo, la inseguridad, es imposible apurarse, correr como acostumbro, esa vitalidad que hace que la fiaca se quede perdida en el acolchado, correr para que no me alcance el sueño o la duda, levantarme o no levantarme, y que el sol que se cuela por la ventana te dice que es viernes, ya viernes y que queda tan poco, que hay que ponerle el pecho al día y todo estará al fín desembocando en la tarde deseada, el fín de las obligaciones, la mente a descansar al menos por unas 90 horas. En mi diccionario, no hay nada más optimista.
Me sentí mal y desayuné, ya en la oficina, el mate cocido amargo, las 4 barritas de cereales que compré en la estación y unos palitos de salvado muy grasosos, muy ricos. Energía, eso es lo que necesito. Ojalá sirva esa simbiosis de convertir calorías en energía. A disfrutar el desayuno, a eso me dedico ahora.

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