Ser psicoanalista es, sencillamente, abrir los ojos ante la evidencia de que nada es más disparatado que la realidad humana. Si creen tener un Yo bien adaptado, razonable, que sabe navegar, reconocer lo que debe y lo que no debe hacer, tener en cuenta las realidades, solo queda apartarlos de aquí. El psicoanálisis, coincidiendo al respecto con la experiencia común, muestra que no hay nada más necio que un destino humano, o sea, que siempre somos embaucados. Aún cuando tenemos éxito en algo que hacemos, precisamente no es eso lo que queríamos. No hay nada más desencantado que quién supuestamente alcanza su sueño dorado, basta hablar 3 minutos con él, francamente, como quizás solo se lo permite el artificio del diván psicoanalítico, para saber que, a fin de cuentas, el sueño es precisamente la bagatela que le importa un bledo, y que además está molesto por un montón de cosas. El análisis es darse cuenta de esto y tenerlo en cuenta.
Jacques Lacan, Seminario 3, capítulo 6, parágrafo 3.
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