19.1.05

Retorno



Ya estoy trabajando y sin embargo no puedo obligar a mis odios a desoír el persistente discurrir del Rio Anisacate, la dulce violencia de su cascada, el murmullo persuasivo. Mis manos siguen buscando piedras sapicadas de mica en su fondo arenoso, y cada arbol se mete de a uno en mi nariz poblandola de algo vital y generoso. Es dificil de domar el cemento, es inútil buscar diamantes en la ciudad. Ahora llueve en silencio como esperando. Pequeños sueños, pequeños sueños.

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