2.11.05

Fuego en el Sarmiento - Yo estuve en ese tren.



Por furia, por tanta bronca acumulada, pasajeron incendiaron vagones del tren. Luego vinieron otros.

Creo que desde dos conceptos puedo resumir lo que a mi entender pasó: las sensaciones y los protagonistas.
Las sensaciones creo que valen porque son las tuvo en ese momento un pasajero que viaja en el (ex-querido) Sarmiento desde mediados de la década del ochenta, epocas de secundaria, yo.
Y desde los protagonistas también, porque como en las grandes peliculas todos tuvieron (y tuvimos) un rol dentro de esta función extraña, la mañana del fuego en Haedo.

Las sensaciones:
Incertidumbre, angustia, miedo, bronca, incredulidad, un sádico placer, verguenza, impotencia, nerviosismo y otra vez bronca. Me levanté ese martes con esa recurrente sensación: incertidumbre. Cada mañana es lo primero que pienso, cómo voy a viajar hoy, cómo voy a hacer para llegar a tiempo a trabajar? Casi estoy seguro que otra vez va a haber problemas. O es el tren o es el subte.
El tren tarda en llegar y cuando llega, llegan todos. Viene lleno. No sobran espacios, tampoco sorpresa por eso. Me subo, empujo, me empujan, quedo al lado de la puerta. El que viaja pegado a mi va colgando y relata el recorrido como si fuera el Victor Hugo del ferrocarril. Va lento, tan lento como siempre. Esto se está preniendo fuego le dice a otro, y parece que va en serio. Señala para adelante mientras postes pasan rozando su brazo derecho que cuelga. De golpe agarra el celular, y dice, ya estoy yendo, boludo, que se yo a qué hora llego, estoy por morón, esto anda para el orto como siempre. Hace bien en no dar una certeza, la hora que va a llegar es un misterio.
Este tren queda cancelado en ésta, dicen los parlantes de Morón, pero no, sigue. A paso de hombre pero sigue, a los fogonazos según el Victor Hugo. En Haedo, la amenaza se hace realidad: cancelado. Todos cruzamos del andén bajo al central, a esperar el tren que viene atrás. Enseguida llega, casi o más lleno que el anterior. La gente hace lo posible por subir, empujando, aplastando, adelgazando a los que ya están subidos, yo opto por no subir. El tren trata de arrancar pero no, hay algo que no lo deja, quizas tanta gente. Los elasticos crujen, se escuchan gritos e insultos. Se ven caras apretadas, y gente en lugares increíbles. Son las 8 treinta.
No sale, y desde los parlantes comienzan a pedir personal de seguridad en la "cabeza de la formación". Dos veces, trés. El personal de seguridad brilla por su ausencia. Brilla tanto como la basura que se acumula en las formaciones día a día. Entonces, en segundos todo cambia de color. La mañana soleada y somnolienta se conviente en angustia, en tensión. Se escuchan sirenas y enseguida tiros. No tanda casi nada en verse una cortina de humo negro subir y mezclarse con todo. La gente baja de golpe y corre, muchos saltan a las vias, las personas que tienen problemas para esto se dirigen al fondo del anden sin saber que esta salida esta clausurada hace años, que solo bajan por ahí los que pueden saltar el metro y pico que separa al anden del piso de piedras.
Eso, priedras, son las protagonistas del momento. Muchos rompen vidrios, otros las arrojan contra la policia, o contra los bomberos, o contra los negocios que estan a tiro. Miramos incrédulos desde el anden paralelo, algunos sacan fotos con sus celulares. Cuatro vagones arden, vagones que minutos atrás nos alojaban. La situación es absurda, violenta, algo me hace acordar a las fotos de guerra que veo en el google. La cosa se transforma, lo que era bronca por cientos de dias acumulados de mal trato, de mal viaje, ahora es verguenza, impotencia. Rompen todo, lo justificado y lo no. Los bomberos reciben esa andanada de violencia estúpida, inutil.



Vuelve la policia, siguen con sus balas de goma, no discriminan para eso, no ven, los enceguece la sed de violencia. Combaten la violencia de los inadaptados con más violencia. Compiten para ver quien es más inadaptado. Llegan los canales de TV, las cronistas, los moviles. La confusión se expande, ahora hay dos blancos para los inadatados que parecen ser más, o al menos otros. Las piedras rompen vidrios ahora de trafics. Han llegado ladrones, muchos sacan billeteras, celulares de los pasajeros que una hora tras intentaban viajar a sus trabajos ahora solo piensan en volver sanos y salvos a casa. Es mi caso.



La policia se repliega, y se forma expectante a 300 metros de la estación, una estación que a esa altura es una mezcla de llamas, vidrios, y saqueos impunes. Ya no hay protesta válida, ya nadie atiende a nuestros reclamos originales. Ahora todos miran pasmados como 30 o 40 roban, rompen y se toman las bebidas de los copetines del anden. Por la radio anuncian la llegada de gendarmería. La policía diezmada en orgullo y en número pidió ayuda, no quieren reprimir dicen extrañando a cientos de compañeros que vacaciones junto a Bush en Mar del Plata. Mientras tanto el patrimonio histórico del barrio se derruba, como se derrumbaron hace meses mis ilusiones que todo cambie. Es cierto que el gobierno subsidia a TBA? Es cierto que todo esto que ahora está roto pertenece al estado (o sea nosotros)? Es cierto que TBA nada pierde con esta patriada?



Ya no quiero pensar más. Me tiemblan las piernas todavía pero ya no tengo miedo, estoy confundido, es un día raro, un mundo raro. Y me alejo, por un resquicio que olvidó la policia y que no atienden los otros, los que continúan rompiendo y saqueando ahora la caja recaudadora de monedas. Me voy caminando a casa, despacio. Un día perdido. Seguro los políticos hablarán luego de injustificados desmanes, de grupos organizados, de intentos de desestabilizar el orden. Me pregunto: alguna vez se dejará de sacar rédito político a todo y se atenderán verdaderas necesidades?

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