La pena absoluta, el abatimiento. Era como si toda esa mágica sensación de optimismo y en consecuencia: felicidad a cuenta, se me hubiera puesto en contra y me atacara por la espalda, con esa fuerza que adquieren los males sorpresivos. Así me sentí cuando se acabó todo para la Argentina en el Mundial de Alemania 2006.
Pasaron los minutos, los ví a varios jugadores llorar y ahí me dí cuenta de mi error. Argentina acababa de quedar eliminada después de haber perdido (sin haber perdido) un partido de FUTBOL. Solo un partido de Futbol. Había que estar tan mal? El futbol es un juego y a los juegos se gana y se pierde. Esta vez, como en otras ocasiones fué al revés, a nuestra selección le tocó no ligar en los penales. Y chau. Se acabó. Lo que no se supo hacer en 120 minutos, se sorteó y perdimos. Nada más. No dramaticemos.
Que todo estaba preparado para que Alemania se quede con todo? Quizás así sea. Algunos fallos arbitrales, algunas suertes ajenas y malas fortunas propias nos hacen entrar facilmente en teorias conspirativas que pueden o no ser ciertas pero que son bien nuestras. Así son estas cosas, a media que los minutos comienzan a separarnos de los acontecimientos todo comienza a diluirse. Hasta la pena.
Argentina me dejó algo que no voy a olvidar. Argentina mostró su identidad. Jugó al futbol. El futbol es un juego, que no se olvide. Argentina jugó el mejor futbol que se vió en la copa. El futbol nuestro. Ese futbol que supimos mejorarle a los creadores, ese futbol que parece haber sido inventado en nuestros potreros, en los pies de tantos virtuosos que llevan el DNI Argentino. Argentina fué abanderado de nuestra estirpe y la floreó orgullosa, casi tan orgullosa como toda esa gente que en el estadio coreó el Himno Nacional con un OOOOOOO de orgullo, de felicidad. Gritando, pero no las estrofas, sino en las partes instrumentales que desde chiquitos nos inquietaron. Argentina fué calidad, fué belleza, fué actitud. No le sobró nada es cierto, no fué una máquina que pisoteó a cada rival que se interpuso. Fué un equipo que intentó SIEMPRE mostrar sobre esos perfectos estadios su futbol falible pero sanguineo y atildado. Me voy a acordar siempre del símbolo que fué Tevez hoy, tirandose a los pies de los Alemanes para recuperar una pelota y levantandose luego para tirar un caño exquisito o una gambeta larga o una aguantada guapa contra un rival que le llevaba 20 centimetros de altura. Porque nosotros somos así, así intento jugar yo al menos cuando entro a una cancha. Ese es mi espejo. Eso me sale. Me emociona.
Argentina me dejó contento y triste, vaya paradoja. Así tendrá que ser nomás. Porque estoy seguro que la tristeza se irá. Y nadie me va a sacar de la cabeza en este mismo momento Brasileros, Ingleses, Alemanes, Italianos, todos estarán pensando en lo bien que jugó la Argentina, en que es un alivió que la hayan eliminado. Eso se llama miedo. Respeto a lo sumo. Eso es lo que quiero para el futbol nuestro, que el mundo sepa a qué jugamos, lo buenos que somos para hacer ciertas cosas que casi nadie hace, que una gambeta tenga la firma de la celeste y blanca, que un enganche, un caño sean de nuestra propiedad. Transpiramos más que ellos, se paró el pais en cada partido. Sufrimos, adoptamos las cábalas más exageradas, aguantamos a que decenas de periodistas malos nos hablaran durante horas, compramos diarios, dejamos de lado nuestras familias, nos enojamos y juramos cosas que esperamos nadie nos haya escuchado jurar. Así somos. Como esos que cantaban el himno, como los que lloraron, como cada uno. Exagerados y de sangre caliente, bien latina. Pero bueno, el futbol es un juego. Y los juegos se terminan, o siguen cursos perestablecidos, el camino de las apuestas o el camino de las negociaciones y conveniencias. Mesa a la que no estuvimos (esta vez) sentados. Alemania, dueño de casa, sigue. Habrá que esperar a ver quien más está invitado a la fiesta. Por lo pronto debo felicitar a los jugadores y a Pekerman. Dieron todo, dejaron todo y no hay nada que reprochar. Argentina juega al futbol casi como si lo hubiera inventado. Y eso para mi es suficiente.
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