Río abajo.
Dos policías chaleco naranja, hombre y mujer, hablan en el anden, mueven los brazos, ríen. El barrendero fuma porro. Dos chicos sacan sus mochilas del colegio y caminan buscando ampararse en un una sombra que los oculte de los mayores que los miran. La chica lee a Saramago y camina mientras tanto. La vieja se babea de reojo por el asiento del tipo que no deja de acomodarse. El tren avanza a tumbos y el tiempo, nadie lo nota, se desvive por volver a acomodarse. El tiempo tiene sus minutos desfasados, hubo un error en el reloj de la vida y ahora alguien tiene que arreglarlo a tiempo. Retiro sigue recibiendo micros nuevos y echando a los viejos. La plaza se seca sus pecados nocturno, orgías de rocío. Cables, taxis y miles de formas distintas de ver el viento. El verdulero acomoda su pirámide de manzanas y el rojo, el mismo rojo que tan bien te queda, comienza un desafío a muerte con el gris, el solitario color de la ciudad ¿Estaré contagiándome de él? El diarero camina por el pasillo y viene contando en voz alta las noticias para la gente que no va a comprarle. El chico de la guitarra la castiga con su rasgueo y pide monedas como cobrando rescate por ella. El viernes –mi día creativo para vestirme- ya llega un cuarto de día gastado y avanza desguarnecido y contento. El río trae agua desde arriba y la derrama en la cuenta del plata que el sol tanto conoce. Llegan olores y descubro también que mis manos los tienen, pero no son míos. Ni lo pienses: no voy a devolvértelos.
Río Arriba.
El sol hace escala en la bruma antes de llegar a la gente. El río es un cuadro quieto que alguien pintó en la noche, cuando nadie miraba desde ninguna ventana de cada una de las casas de la barranca. El agua cautiva del lienzo está a punto de revelarse. La iguana continúa su intraterranea procreación. El pueblo comienza una vez mas con la agotadora tarea de mirarse a sí mismo. La jornada y las palmeras ansiosas, florecen. Peces nadan su última carrera. Brilla el fondo del dibujo en la pared y otros colores vuelven a hacerse mierda contra el piso. Ruido, ruido. Hace ruido este viernes. Talleres. Sensible ruido, hay que saber escucharlo, mucho tiene para decir. Veneno del bueno, sangre y elixir. Beberse la vida. Pocos saben como gozar del fuego. La plaza se acostumbró a ser como todas las otras plazas, rodeada y vencida por los años. El gato se despereza y un hombre le dice: viste que las fotos no mentían. El gato lo ignora con la vista pero escucha. Beberse la vida. El resto cree en que este será un día igual a los otros. Hay ropa colgada y bicicletas en los cordones. Se ve la ruta que provee a las ciudades y hasta los camiones parecen guardar silencio. Camina y corren, y pasan en bicicleta. Otros amarran barcos. Muchos murmuran cosas que nunca a ellos les sucederían. Un perro duerme en medio de la calle. El cine muestra sus estrenos de trasnoche. Isocas, campo y el agua que penetra en la vida de todos. Pocos piden ayuda. Muchos pasean riéndose y contándose planes inmediatos y de los otros. Viernes de sol. Y es justo el día que elegiste para sentirte mas y menos sola.
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2 comentarios:
Me gustó muchísimo este escrito...
Y eso de que "El río es un cuadro quieto que alguien pintó en la noche, cuando nadie miraba desde ninguna ventana de cada una de las casas de la barranca" es genial...
saluditos
gracias...desde ahora ...sera mio.....gracias...dst
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