
Otra vez los cacerolazos. Otra vez en la Plaza como en aquel diciembre de 2001. Ahora es el campo. Las retenciones, el paro, el descontento. El campo siempre comió y siempre vivió con un dejo de opulencia. No hablo del peón, el laburante. Hablo de los dueños. Y ahora ésto.
No me representa su lucha. No me representa salir a protestar por eso. Sí por la mentira, por la inflación que nos jaquea, por las condiciones pauperrimas de muchas cosas (hospitales, transporte, educación). Por eso sí, mas allá de la prepotencia de Cristina, protestaría. Lo espontáneo es aspicioso. La sociedad pasa por un momento delicado y siempre es bueno exigirle al Estado los derechos que nos corresponden a todos. Después llegaron las fuerzas de choque, los que defienden ambas partes del conflicto, y sus propios intereses económicos y políticos. Eso ya no es espontáneo. Piqueteros asalariados y punteros infiltrados. Ojalá tengamos paz, ojalá seamos inteligentes, ojalá no permitamos que nos engañen más. Ojalá logremos que la Argentina sea un lugar para vivir.




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